Desde sus inicios, las instalaciones se han planteado los límites de la obra de arte, están ligadas a la reflexión sobre el museo, el mercado y los espacios expositivos y vinculan la creación a un lugar específico, otorgando valor a ese espacio y constituyéndose en él. Pueden ser permanentes o efímeras, entrañan la participación del espectador mediante diversos procedimientos, propician experiencias en relación con el espacio, la percepción y los significados y pueden estar constituidas por objetos de cualquier materia y forma, pudiendo ser incluso inmateriales o mixtas.
Se distinguen tres tipos de instalaciones: las pequeñas (tipo repisas), las adosadas a la pared cubriendo parte del suelo y las totales, que utilizan el espacio de manera completa. Las salas de entrada o espacios previos dan significación a estas obras: si estas se encuentran en medio del museo, se producirá un contraste absoluto, quizá, entre un espacio puede que lujoso y una instalación pobre; estos choques de significados son deliberadamente buscados por el artista.
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